Mitos y leyendas de A Lanzada (Sanxenxo)
“... en nueva olas te debes bañar si encinta quieres quedar...”
La playa de A Lanzada fue, durante mucho tiempo, la referencia gallega para que las mujeres estériles lograsen quedarse embarazadas.
En la ermita de Nuestra Señora de A Lanzada, existe una leyenda asociada no solo a la ermita, sino en general a la playa de A Lanzada y que se relaciona con los ritos de fecundidad.
Cuenta la tradición que tomar un baño de nueve olas durante una noche de luna llena es el remedio para poner fin a la infertilidad. Dos noches son las que, según la tradición, se puede hacer el ritual: una es la noche de San Juan y otra el último sábado de agosto. Las mujeres que deseaban tener descendencia y no lo lograban, fuese por la razón que fuese, se metían en el mar y dejaban que las olas pasasen nueve veces por encima de su vientre.
La leyenda dice que «el poder benéfico de las ondas del mar provocaría que el deseo de las demandantes se cumpliese» y tuviesen ese hijo o hija por quien que se habían sometido al poder del Atlántico.
«… una ciudad sumergida bajo el mar…»
Otra leyenda del lugar nos habla de la ciudad sumergida de A Lanzada y las misteriosas construcciones bajo el mar. La leyenda refiere que, desde la ermita de A Lanzada y hasta la punta de San Vicente do Mar, existe un muro de zarzas submarinas que marca el camino por el que se podía cruzar hasta la península de O Grove. Esta leyenda recoge el valor simbólico del mar y las aguas como puerta de paso al Más Allá. La ciudad sumergida es la ciudad de los muertos y sus habitantes son os mouros e as mouras que, según la tradición local, están enterrados en las tumbas de la necrópolis de A Lanzada. Es posible que esta leyenda de estructuras bajo las aguas contenga el recuerdo de un asentamiento o puerto anegado por el mar.
«… para librarte del mal de ojo, al amanecer deberás la ermita barrer…»
Si lo que quieres es librarte del mal de ojo, al amanecer toca barrer la ermita, y no de cualquier manera. El recorrido ha de hacerse por detrás del retablo y por delante del altar, trazando un circuito completo alrededor de la bóveda, que ha de repetirse tres veces.