Un yacimiento único
El yacimiento se localiza en el extremo occidental de la península de O Morrazo y se alza sobre el Océano Atlántico, la Costa da Vela y las Islas Cíes. Desde lo alto del monte se domina una amplia franja costera que va desde la ría de Vigo a Fisterra.
El monte debe su nombre a la existencia en su cumbre, en los siglos XVII y XIX, de un puesto de vigilancia costera que usaba el fuego (facho) como medio de comunicación. A este momento de ocupación pertenece la construcción circular con cubierta pétrea en forma de cúpula que se puede ver en lo alto del monte.
Las evidencias documentadas hasta la fecha permiten defender una amplia secuencia de ocupación, que transforma la topografía del monte, y que abarca desde el siglo IX a.n.e. hasta el siglo IV-V, cuando la superficie es reocupada parcialmente por un santuario dedicado a un dios indígena, el Dios Lar Berobreo.
Se trata de un yacimiento único en todo el noroeste peninsular, en el cual se aglutinan estructuras de diversos períodos históricos que, según las últimas interpretaciones, pudieron haber compartido, en diferentes momentos, una utilidad similar relacionada con un culto galaico anterior a la llegada de los romanos.
Otro rasgo que lo hace excepcional es el gran número de altares votivos romanos (aras), más de un centenar, depositadas allí.
Este santuario será abandonado definitivamente, aunque no destruido, a finales del siglo IV y principios del V, como consecuencia del proceso de sustitución de las creencias paganas por las cristianas, intensificado por el establecimiento del cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano.
Un balcón al Atlántico
Este emplazamiento era y es un mirador natural para asomarse al océano Atlántico, puesto que dominaba una amplia franja costera en una época en la que el comercio vía marítima era fundamental. Esta ubicación le da además gran visibilidad al enclave que, además de estar a escasos metros del mar, se sitúa en uno de los puntos más altos del entorno, donde ver y ser visto.
Desde lo alto se controlan las islas Cíes, conocidas en la Antigüedad como las Islas de los Dioses, rodeadas de mitos y leyendas. Numerosas personas acuden a ver la espectacular puesta de sol, en la que este parece sumergirse en el océano, de igual modo que lo haría en la Antigüedad.